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Artículo de Borja Vilaseca: “Vivir tras una coraza”

Artículo de Jordi Sapés: “Trabajo y sencillez”

11 de juny de 2018 Escrit per Jordi Sapés

Cuando empecé a redactar el artículo de este mes, me propuse resaltar que el Trabajo pretende desarrollar personas sencillas y naturales, que no aparezcan como individuos extraordinarios y que incluso puedan pasar desapercibidos.
Pero de entrada pensé: el Trabajo nos plantea, primero que todo, la necesidad de despertar, después nos indica observar y desactivar el personaje para tomar, a continuación, conciencia de que somos energía, amor e inteligencia y actualizar estas capacidades en contacto con nuestro entorno. Y después nos invita a sintonizar con lo superior y a movernos por el terreno del espíritu. ¿Cómo calificar de sencillos y naturales a los que han recorrido este camino y lo pueden expresar de una manera personal?
Y de inmediato se me ocurrió un ejemplo: Jesucristo. Ahora lo consideramos un arquetipo perfecto del ser humano pero, en su momento, primero lo crucificaron y más tarde lo divinizaron. Así que su testimonio como ser humano ha pasado desapercibido para la mayoría de la gente. El hecho es que no se comportó como un ser omnipotente porque no hubiera permitido que los crucificaran, ni como omnisciente porque no reveló ninguna teoría científica extraordinaria, ni apareció tampoco como un dechado de bondad porque lo condenaron nada menos que por inmoral y blasfemo.
Si releemos el Evangelio despiertos nos encontramos con alguien que observa sin apriorismos la realidad que le rodea y responde a ella con lo mejor de sí mismo; sin juzgarla buena o mala, sin discriminar a nadie; rechazando cualquier tipo de exclusión, sobre todo la procedente de gente que se atribuye autoridad política y moral. Y todo eso lo hace, reclamando constantemente la ayuda de Dios para actuar de la mejor manera posible. Nosotros hemos conocido alguien que se le asemejaba: tenía una evidente capacidad de comprender y una energía que vibraba en una frecuencia muy elevada y que se percibía cuando te aproximabas a él; sin embargo, no permitía que nadie le atribuyera, ni se atribuyera a sí mismo, una especial bondad por encima de los demás. Él no necesitaba que le adjudicaran ni le concedieran nada porque era consciente de ser, y tenía claro que nada ni nadie podía añadirle ni quitarle un gramo de realidad a lo que era. Hablamos de Antonio Blay.
Recuerdo una de sus frases sorprendentes, de aquellas que no casan con lo que uno espera escuchar. Vino a cuento de que alguien le preguntara acerca de la ayuda que podemos prestar a los demás; y su respuesta fue:
“No soy yo, con mi voluntad y mi intención, quien ayuda. La ayuda es un resultado de vivir yo la verdad o la realidad, y de hacerlo internamente. La mejor manera que tienes de ayudar a las personas es, primero, ser tú mismo, descubrir tu identidad y ser esa identidad plenamente. Y no pretender ayudar a las personas. Entonces, y gracias a que no las pretendes ayudar, tal vez alguna persona sea ayudada.”
Si miramos a nuestro alrededor cada vez parece más difícil encontrar personas sencillas y naturales que hayan descubierto esta identidad. Lo que abunda son los críticos, cada vez más irritados con la realidad, reclamando la vuelta de la Inquisición y pidiendo que la antigua Ley recaiga sobre los que osan discrepar. Y por otro lado crecen los que intentan levitar, los que miran de transitar por los acontecimientos procurando que no les salpiquen. Estos adoptan una pose de “estar por encima” que consideran “trascendente”; incluso se permiten el lujo de perdonar agravios que no les han afectado a ellos personalmente. No nos sugieren que utilicemos nuestras capacidades de una manera personal y consciente para intervenir en lo que pasa, sino que nos inducen a sacar partido de la situación colocándonos por encima de los demás: destruyéndolos o despreciándolos.
Reprimir o ignorar las situaciones no las resuelven. Las situaciones complicadas se presentan para poner de manifiesto la existencia de un desequilibrio que hay que resolver y esto exige atención y cuidado. Está bien tomar un poco de distancia para coger perspectiva pero hemos de emplear esta perspectiva para implicarnos de una forma más eficaz, en vez de aprovechar el distanciamiento para despistar y mirar para otro lado.
Si actuamos así, nosotros, en primera persona, dando una respuesta diferente que procede de un nivel de conciencia más alto, igual despertaremos en los demás el impulso de intervenir también, porque con nuestra conducta habremos abierto un nuevo camino para resolver las cosas. Esta es la ayuda que podemos prestar de una forma sencilla y natural, propia del ser humano que ha aceptado la responsabilidad de ser lo que es en el terreno que la existencia le ha puesto.

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